domingo, 11 de agosto de 2019

Ir por primera vez a París

Si he de resumir todas mis impresiones sobre París en una sola, diría que «es una ciudad que contiene todos los contrastes»
Imagino que esto sucede también en ciudades como Londres, que no visité aún y que, cuando lo haga, ni qué decir tiene que os haré partícipes de la experiencia. Pero, volviendo a París, os relataré algo especial: la primera visita, en la vida de una persona, a la ciudad de París.
Una vez decidí ir, cosa que me costó puesto que mis inquietudes sólo pasaban por Italia, descubrí una ciudad deliciosa. París merece largas caminatas, aunque el metro funcione maravillosamente. Si he de insistiros en este aspecto, será para que desechéis la opción «bus», a no ser que sean para un par de paradas, ya que el tráfico parisino ralentiza mucho su eficiencia.
Mis hijas y yo nos alojamos en el distrito XX, en un hotelito pequeño llamado «Des Vosges», en donde, además de una escaleras empinadísimas, justa limpieza y un «petit déjauner» cada mañana, encontramos un barrio muy bonito, en donde dicen nació la icónica Edith Piaf, aunque nosotras, por más que buscamos, no encontramos referencia alguna a ella y en donde debía de estar la casa donde nació, nos topamos con una oficina de correos. El barrio de todas formas es precioso. Los domingos disponen un completo mercadillo a lo largo del Boulevard, pudiendo comprar allí desde pescado o carne a menaje y ropa.
Si bien, para vivir la experiencia del centro de París, habréis de coger el metro. Creo recordar que era la línea 6 la que circunda y es cíclica, conectando con las demás. Nosotras, al llegar desde el aeropuerto Beauvais, porque los económicos vuelos de Ryanair es allí donde aterrizan, tuvimos que pillar el bus ( todo está allí muy señalizado y son muy constantes) Para comprar los tickets de este bus, podéis  desde la máquina expendedora del aeropuerto, aunque os advierto que sólo admite monedas y billetes, nada de tarjetas bancarias. También podéis comprarlos en un kiosco, situado al lado de la dársena, antes de subir o por internet y dejarlos en el móvil. El trayecto es de una hora larga. Para llegar a nuestro hotel tuvimos que coger después los metros 2 y 6.
Como os digo, el distrito XX está algo lejos y, ocaminas un buen rato o tomas el transporte. En París no puede decirse cuál es el «centro», puesto que, las atracciones más importantes están muy lejanas unas de otras (no como en Roma, por ejemplo) Os aconsejo varias que no os podéis perder: subir a la torre Eiffel, cuyos tickets es mejor que compréis por internet. Pese a lo que pueda decirse, yo os aconsejo que sólo subáis al segundo piso porque desde allí las vistas son excelentes y arriba del todo hace mucho frío. Encontraréis baños públicos y cafeterías y tiendas de «souvenirs» allí. El tema de los baños es cuestión peliaguda cuando se va de viaje (muchos me entenderéis) y París no es una excepción. Existen unas cabinas autonómicas, muy higiénicas y gratuitas en multitud de lugares, pero siempre te pilla lejos, cuando más apurada estás. Quitando el McDonald's, apañado siempre para solucionar la papelera y estas cabinas autonómicas gratuitas, preparaos para pagar por ir al baño, como en Italia. En los campos Elíseos no hay más opción que consumir algo en algún lugar y, aún así, como nos sucedió a molduras en el «Starbucks» de uno de sus centros comerciales, hubimos de pagar para acceder a un baño del centro comercial.
Me he desviado, aunque considero todo esto datos de interés. Prosigo: visitad también «Sacre Coeur», porque es alucinante y sus alrededores maravillosos, «Montmatre» y el «Molin Rouge». Además, cerca tenéis la cafetería de «Amelie»; un lugar especial sin duda. Entrar en la Basílica de «Sacre Coeur» es gratis y antes puedes tomar tu sándwich sentada en el césped que la precede. Os recomiendo también pasear sin perder de vista las incontables terracitas de las cafeterías parisinas, con sus sillas de colores y diseños de coquetos y sus ambientes tan acogedores y románticos.
Otro lugar que no os podéis perder y que os llevará al menos dos o tres horas de tiempo es el Louvre. Personalmente, estar ante la Gioconda es maravilloso, impacta muchísimo ese cuatro y transmite muchas ciudad. Es completamente cierto lo que dicen de él. Creo que es hipnótico, misterioso. La mirada de la Gioconda a poca distancia, puedo prometeros que bien merecen colas y sofocos. Además, en el Lovre hay obras tan maravillosas como la Vitoria de Samotracia y la Venus de Milo. El edificio es imponente, único y, si éste me iimpactó, no quiero imaginar lo que me supondrá Versalles (cuando vaya a verlo, claro)
Lamentablemente, Nôtre Dame está destruida, aunque nosotras rodeamos el perímetro. Es desolador verla así. Pudimos entrar en Saint Chapelle, que está cerca, pero decidimos dejarlo para otra ocasión. Lo que sí está cerca de Nôtre Dame y no os podéis perder es la librería «Shakespeare». Hacedme caso, está justo enfrente y es un lugar, muy, muy especial.
Para comer nosotras tiramos de supermercado (por algo este blog se llama «Viajustes»), aunque probamos los «macarons» y los «crêpes»
Nuestro viaje duró tres días y cuatro noches, porque el avión de Ryanair llegaba de tarde a Beauvais, aunque ya observar la primera noche, desde la ventana del hotel, fue un ensueño. Caminamos mucho (nunca me dolieron tanto los pies como en este viaje), pero anduvimos por muchos sitios, aunque no lo vimos todo. Así que volveremos a París.
La única nota desacorde que vivimos fue la tarifa del taxista que contraté ante mi miedo a no llegar al bus para el aeropuerto (aunque salen a cada dos por tres) Nos cobró 38€ pudiendo haber tomado las líneas 6 y 2 de metro.
En fin, esta es la crónica de nuestro viaje. Si recuerdo más, corregiré sobre lo escrito. Espero haber ayudado a planificar vuestro viaje a la maravillosa y bellísima ciudad de París.
Hasta pronto.

martes, 6 de febrero de 2018

HACE UN AÑO...

Salí tan nerviosa como llegué: Roma me recibía con su delicioso caos. Llegué a Fuimucino, un aeropuerto que no conocía ya que la vez anterior había llegado en tren.
Paseé sin prisa buscando la salida a la calle. Debía tomar un tren hasta Ostia. Pero todo llamaba mi atención; me paraba a cada paso, escuchando con deleite aquellos fonemas cantarines y sonreía, feliz, consciente de la aventura maravillosa que acababa de comenzar. Me esperaban días y noches hermosas, llenas de la contemplación del Arte, ejercicio predilecto de mi alma, alimento como el pan para mi subsistencia, deseo primero de mi corazón.
Estaba en Italia. Por fin mi sueño de recorrerla comenzaba, en esta ocasión hacia el norte, hasta mi Venezia adorada.

lunes, 15 de enero de 2018

VÍA MARGUTTA, ¡DONDE SE RODÓ "VACACIONES EN ROMA"!

Comienzo este viaje en Roma.
Tras instalarme en el apartamento de mi amigo Martino, muy cerca del Colisseo (tan sólo a una parada de metro) me dispongo a visitar por segunda vez en mi vida la ciudad eterna y en esta ocasión sola, como había soñado. Me esperaban visitas fascinantes, paseos inolvidables, cosas espectaculares y curiosas, como esta: encontrar en Vía Margutta la casa donde se rodó parte de la icónica película "Vacaciones en Roma" en la que la princesa "a la fuerza" Audrey Hepburn despierta después de una noche llena de aventuras y lo hace en la cama del apartamento del periodista encarnado por el actor Gregory Peck. Aquí está el patio de la finca y apuesto, después de ver el video y pensarlo, que la escalera por la que entran ambos es la que aparece aquí bajo un relieve de águila con las alas abiertas. Hoy día está muy remodelado y parece estar dividido en multitud de pequeñas viviendas, pero el edificio conserva una energía entrañable y acogedora. También pude ver y beber, en la misma calle un poco más arriba de la misma fuente donde Audrey bebía en los días calurosos mientras se desarrollaba el rodaje, además ¡qué simpático amigo encontré escondido en un rincón! Roma... ¡la bella y eterna Roma!


                               

domingo, 26 de marzo de 2017

Mi último viaje: de Roma a Venezia (Italia)

Preparar este viaje fue tan placentero como lo fue realizarlo y ahora recordarlo. 
Todo comenzó sin pretenderlo, como soñándolo; en realidad pensé hacer un curso de italiano de una semana en Roma, por ejemplo y aquella idea primigenia se fue modelando: ¿y porqué no más tiempo?, ¿porqué no más ciudades?, ¿porqué no invertir el poco dinero en un «curso bien práctico», real, yendo a varias ciudades, transitándolas, degustándolas, perdiendo mis pasos en ellas? ¿Me daría miedo realizar mi primer viaje sola al extranjero?

Así comenzó todo. Ya había estado en Italia dos veces; la primera, invitada y enamorada, a casa de la familia de mi amor aquel. La segunda, una estadía por más ciudades, para enseñar a mis hijas lo bella que es Italia ¿Y ahora lo haría sola? ¡Qué nervios, qué ilusión!, ¡sola coger un avión, prepararlo todo, cruzar medio país tomando trenes y autobuses!, ¡yo, que sólo unos años atrás ni siquiera me hubiere atrevido a imaginarlo, tan encerrada en mi realidad pequeña!

Pronto lancé mis sueños, los desplegué día y noche bajo mis silencios, sobre mis horas libres: comenzaría en Roma, seguiría a Orvieto en tren, visitaría desde allí un sueño en la región del Lazio llamado Civitá di Bagnoregio (un pastelito de ensueño en lo alto de una montaña de piedra) De allí iría a la ciudad de Perugia, en Umbría, conocería además Cortona y Arezzo en la Toscana, para llegar la víspera del catorce de febrero a Firenze y de allí a San Gimignano, «la Manhattan medieval», como le llaman.
Subiría más arriba en tren, hasta Emilia-Bolonia, para conocer su capital preciosa, acabando mi viaje en mi amada y bella Venezia durante su carnaval y haciendo una última excursión a la región de Friuli- Venezia Giulia, linde al este con Eslovenia (¡qué lejos!) para regalar a mi aventura una última belleza: visitar la hermosa Trieste.