domingo, 26 de marzo de 2017

Mi último viaje: de Roma a Venezia (Italia)

Preparar este viaje fue tan placentero como lo fue realizarlo y ahora recordarlo. 
Todo comenzó sin pretenderlo, como soñándolo; en realidad pensé hacer un curso de italiano de una semana en Roma, por ejemplo y aquella idea primigenia se fue modelando: ¿y porqué no más tiempo?, ¿porqué no más ciudades?, ¿porqué no invertir el poco dinero en un «curso bien práctico», real, yendo a varias ciudades, transitándolas, degustándolas, perdiendo mis pasos en ellas? ¿Me daría miedo realizar mi primer viaje sola al extranjero?

Así comenzó todo. Ya había estado en Italia dos veces; la primera, invitada y enamorada, a casa de la familia de mi amor aquel. La segunda, una estadía por más ciudades, para enseñar a mis hijas lo bella que es Italia ¿Y ahora lo haría sola? ¡Qué nervios, qué ilusión!, ¡sola coger un avión, prepararlo todo, cruzar medio país tomando trenes y autobuses!, ¡yo, que sólo unos años atrás ni siquiera me hubiere atrevido a imaginarlo, tan encerrada en mi realidad pequeña!

Pronto lancé mis sueños, los desplegué día y noche bajo mis silencios, sobre mis horas libres: comenzaría en Roma, seguiría a Orvieto en tren, visitaría desde allí un sueño en la región del Lazio llamado Civitá di Bagnoregio (un pastelito de ensueño en lo alto de una montaña de piedra) De allí iría a la ciudad de Perugia, en Umbría, conocería además Cortona y Arezzo en la Toscana, para llegar la víspera del catorce de febrero a Firenze y de allí a San Gimignano, «la Manhattan medieval», como le llaman.
Subiría más arriba en tren, hasta Emilia-Bolonia, para conocer su capital preciosa, acabando mi viaje en mi amada y bella Venezia durante su carnaval y haciendo una última excursión a la región de Friuli- Venezia Giulia, linde al este con Eslovenia (¡qué lejos!) para regalar a mi aventura una última belleza: visitar la hermosa Trieste.


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